Deflación

En términos muy sencillos, es una tendencia sustancial y persistente del nivel general de los precios a la baja. Generalmente se identifica como una situación en la que el ritmo de la actividad económica se reduce.
La deflación se presenta cuando, dentro de una economía, los ingresos se deprimen y la demanda se debilita y tiende a deteriorarse.

Si el proceso deflacionario se presenta con una persistente reducción de la actividad comercial, y en general de los negocios, se identifica como recesión.


Si la situación se agrava aún más y la reducción de la actividad económica alcanza niveles críticos, con quiebra de empresas, gran desempleo y escasez creciente de capital, aparece la depresión.
Con la depresión se forma un sentimiento de desconfianza y pesimismo en las garantías del aparato económico para respaldar la actividad productiva, haciendo muy difícil que los agentes económicos tomen iniciativas para emprender acciones que lleven a la recuperación.

Para evitar que surjan situaciones externas de depresión, con perjuicios para todos los agentes económicos, los gobiernos deben corregir prontamente las tendencias que conduzcan a ella.


Medidas contra la deflación 

Para enfrentar la deflación se puede recurrir a la política monetaria y fiscal.

Política monetaria. Una de las formas de hacer frente a la deflación es disminuir el valor del dinero, para lo cual se debe colocar más dinero (Moneda) en circulación, complementado con la disminución de la tasa de interés, lo cual incentiva el crédito de consumo y de inversión, reactivando de esta forma la demanda.

Al disminuir la tasa de interés, ya no es rentable tener la plata en las entidades financieras, por lo que la gente preferirá invertirla o gastarla. Esta circunstancia puede ser aprovechada por los inversionistas para expandir sus empresas, algo que por las consecuencias de la deflación es difícil, pero que buscando nuevos mercados se puede llevar a cabo.

Política fiscal. La política fiscal supone un aumento del gasto público, una reducción de los impuestos y aumento de las transferencias. En el primer caso, se intenta suplir la ausencia de demanda del sector privado con la del sector público, quien a la vez se convierte en un generador importante de empleo, lo cual resulta muy atractivo, puesto que el desempleo es una de las causas directas de la deflación. En el segundo caso, la reducción de impuestos supone más dinero para gastar en manos privadas, y un incentivo al consumo, pero a la vez menor dinero en manos del estado, y si no tiene suficiente dinero, difícilmente podrá impulsar la demanda mediante el consumo publico, por lo que si se inclina por el primer caso también, deberá financiar el incremento del gasto publico con endeudamiento. El incremento de las transferencias, es un intento por descentralizar el consumo público, puesto que las transferencias se realizan a las diferentes entidades descentralizadas domo los departamentos, municipios y distritos.

Aunque en principio, la disminución generalizada de los precios (deflación), puede parecerle positivo a buena parte de los consumidores, este concepto cambiará en el momento en que se empiecen a ver las consecuencias como por ejemplo el cierre de empresas y el despido de trabajadores.

El desempleo es una consecuencia inevitable de la deflación (las empresas deberán trabajar a pérdida y algunas cerrarán), y aunque los precios estén bajos, de poco sirve si no se tiene recursos para adquirirlos, y quienes tengan los recursos, preferirán, como ya se expuso, no gastarlos a la espera de “mejores” precios.